viernes, 10 de septiembre de 2010

una necesidad para toda la clase trabajadora: hay que parar la reforma laboral, hay que parar los recortes

A LOGRAR QUE LA HUELGA GENERAL DEL 29 SEA UN TRIUNFO


El curso político comienza bajo el doble signo de la huelga general y la tregua indefinida de ETA (que comentaremos en una próxima hoja). La huelga general venía siendo necesaria desde hacía ya años. En cualquier momento que se convocase sería tarde. Pero esto ya es el colmo. CCOO y UGT han convocado la huelga general dejando pasar un verano entero entre la aprobación de las medidas que la justifican y la fecha de su realización.
sin embargo nunca fue más verdad aquello de "más vale tarde que nunca". necesitamos que la huelga general triunfe.

LA REFORMA LABORAL: UNA CARGA DE PROFUNDIDAD CONTRA LA CLASE TRABAJADORA
El día 9 de septiembre el Congreso ratificó la Reforma Laboral, que saldrá ahora no como el 16 de junio, como decreto-ley, bajo la responsabilidad exclusiva del gobierno y con fecha de caducidad, sino como ley publicada en el BOE, votada en el Parlamento y con intención de permanencia. En nuestra hoja nº 3 ya analizamos el decreto de reforma. Y está claro que sigue siendo lo que era en junio: un ataque mortal contra la clase trabajadora, que facilita y abarata el despido, en lugar de su supuesto propósito de propiciar el empleo.. Precisamente cuando el dimisionario ministro de Trabajo anuncia que faltan años para que se recuperen los puestos de trabajo perdidos en esta primera fase de la crisis. Parar esta reforma laboral es cuestión de vida o muerte para la clase trabajadora.

UN GOBIERNO EN CAÍDA LIBRE
El gobierno que pretende aplicar esta medida está ya tocado del ala. José Luis Rodríguez Zapatero comenzó su segunda legislatura (2008) afirmando que no había crisis y que en cualquier caso, él no iba a tocar los gastos sociales. Incluso cuando la existencia de la crisis capitalista era innegable, continuó con medidas "sociales" encaminadas a sostener la demanda: el "cheque bebé", los 400 € de descuento de la declaración de hacienda, los 450 € del paro...
Es verdad que en 2008 Zapatero había gastado 150.000 millones de euros (el 15 % del PIB español) en apuntalar a la banca, como hicieron todos los gobiernos imperialistas. Pero las consecuencias sociales de este enorme dispendio no eran visibles inmediatamente.
Decimos inmediatamente, porque a lo largo de esta primavera, con la crisis griega como telón de fondo, los especuladores (a lo que púdicamente llaman, "los mercados") se hicieron sentir negándose a comprar deuda española, por no ser "segura". El estado no podía recaudar dinero en un momento en que su endeudamiento alcanzaba el 10 % del PIB, mientras se había comprometido a reducirlo al 3 % en 2012. De este modo, los mismos bancos y especuladores que fueron favorecidos con la lluvia de millones cogían por el pescuezo al gobierno y le exigían que aplique el plan que querían: el mayor recorte social en décadas.
Y Zapatero abandonó sus melindres. Sorpresivamente anunció el 12 de mayo un plan que incluía: a) recortar los salarios de los empleados públicos por primera vez en la transición (hasta ahora sólo se congelaban) rompiendo con el acuerdo recién firmado con CCOO, UGT y CSIF, y b) congelar las pensiones, en abierta ruptura con el pacto de Toledo. La llamada de Obama, la Unión Europea y el FMI habían convencido a ZP.
No contento con este primer mazazo, el siguiente movimiento del gobierno Zapatero fue aprobar con nuevo decretazo una reforma laboral que cumple el principal objetivo de la patronal. Lo justificaron por el "fracaso" del "diálogo social". Es decir, porque CCOO y UGT no aceptaban abaratar los despidos porque lo dijera un jefe de la patronal que ha hundido su empresa y dejado sin cobrar a sus propios trabajadores. Aunque el trámite parlamentario sólo acabó ayer día 9, se aprobó primero como decreto ley para dejar claras las prisas de gobierno y patronal por aplicarla.
En resumen, se trata de un gobierno "suicida": está aplicando las medidas que le exigen la banca, las grandes empresas, la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, etc, a sabiendas que, como muestran todas las encuestas, hacerlo puede costarle la reelección. Contrariamente a las estupideces del PP, no está poniendo "su permanencia en el cargo" por encima "de los intereses generales" sino al revés. Sólo que estos "intereses generales", como no puede ser de otra manera, son los de la burguesía. ¡No hay interés común entre la clase capitalista y la clase trabajadora!

UN SISTEMA EN CRISIS
Y es que la famosa "recuperación" no se ve por ningún sitio. Aunque nos estén contando que hay recuperación, que Alemania va bien, que se acabó la crisis de la deuda, etc, todos los analistas serios coinciden en que si no se ha llegado a una depresión mundial a partir de la crisis financiera del 2007-8, ha sido por la inyección masiva de dinero público por parte de los gobiernos capitalistas a la banca privada. Pero sólo han salido del fuego para caer en las brasas; todos los estados acumulan un déficit irremontable, mientras parece que la economía sólo seguirá en marcha mientras le dure el efecto de la "inyección".
Ni las medidas "keynesianas" de Obama, ni las neoliberales propuestas por la Unión Europea son medidas de fondo que permitan al capitalismo superar esta crisis. Y esto es así porque la razón última de la crisis, por debajo de sus manifestaciones fenoménicas como crisis financiera o de sobrecapacidad, es la insuficiencia del beneficio global para mantener la acumulación. La clase capitalista mundial necesita un aumento gigantesco de esta masa (que se traduciría en un pequeño aumento de la tasa de ganancia) para volver a poner en marcha la economía por sus propios pies, sin muletas. Y como la ganancia, el beneficio, no es más que trabajo no pagado, lo que la clase capitalista mundial necesita es un aumento casi infinito de la tasa de explotación. Eso es lo que intenta asegurarle Zapatero.

LA HUELGA NO ESTÁ ASEGURADA
CCOO y UGT se han visto obligados contra su voluntad, a salirse del "diálogo social", a pelearse con su amigo presidente, y a convocar una huelga general. La realidad se ha impuesto a la tozudez burocrática. Sería absurdo en este momento centrarse en criticar su carácter vendido, que todos conocemos. Ahora de lo que se trata es de que todos pongamos el hombro para que la huelga sea un éxito. Esa es la posición, por ejemplo, de CGT, CNT, SAT-SOC y Co.Bas.
Lamentablemente, hay sindicatos (Solidaridad Obrera, FSOC de Canarias, SU de Huelva...) que se están negando a convocar y anuncian su papel de esquiroles. Eso sí, esquiroles muy rojos, que piden una huelga general perfecta pero no les gusta la que hay. Es cierto que el estado de desmovilización y desánimo en que se encuentra sumida la mayoría de la clase trabajadora es culpa de CCOO y UGT. Pero también es cierto que sólo la reanimación de la movilización puede permitirnos sobreponernos. Y ya empiezan a estallar luchas.
La huelga del Metro de Madrid fue un magnífico precedente. Magnífico porque fue impulsada y dirigida por los propios trabajadores mediante su asamblea general, a la que se plegaron la totalidad de los sindicatos presentes en la empresa y el Comité. también por negarse a la extensión del decretazo que impulsa Esperanza Aguirre, aplicando el recorte al salario a empresas públicas no dependientes de los Presupuestos Generales y que tienen convenios firmados, lo que es un precedente terrorífico. Y por la negativa inicial a cumplir los llamados "servicios mínimos", que en realidad son máximos, fijados según una legislación preconstitucional y que vacían de significado al derecho de huelga. Todo esto más allá de que finalmente la huelga no resultase victoriosa por una conjunción de factores que aquí no podemos analizar.
Pero si mencionar un hecho preocupante. El 5 de julio, los huelguistas decidieron suspender la huelga y a partir de aquí, empezaron a respetar los servicios mínimos. Esto fue un factor que facilitó la derrota parcial de la huelga. Y sus responsables fueron los órganos confederales de UGT y CCOO, que ejercieron una presión insoportable sobre sus propias secciones sindicales en el Metro, para que exigiesen el respeto a los servicios mínimos. Esta forma de ceder a los gritos y alaridos de la "opinión pública" pone en peligro la masividad y el éxito de la huelga del 29.
Y es que, en resumidas cuentas, la desconfianza de los trabajadores hacia la burocracia sindical es uno de los principales factores que amenaza el éxito de la huelga. Hay sectores en los que esta desconfianza se ha tornado rechazo abierto a los sindicatos como tales, es decir, en un retroceso terrible en su conciencia de clase y una caída en posiciones abiertamente derechistas. Pero también hay grandes sectores que, comprendiendo la justicia de la huelga, no se fían de que vaya en serio. Todo esto, y no sólo lo corporativo y timorato de la convocatoria, tuvo que ver con la falta de masividad de la convocatoria del 8 de junio a los empleados públicos.
El problema es que una derrota de la huelga no sería una derrota de la burocracia sindical sino una derrota del conjunto de la clase trabajadora, que estaría más débil para resistir los nuevos e inminentes ataques que se preparan para los próximos años, sean bajo Zapatero o bajo un posible gobierno abiertamente de derechas.

¡HAY QUE PARARLES LOS PIES!
Tenemos que ser todos conscientes de que una sola huelga general no puede impedir planes sobre los que la burguesía no tiene dudas sobre su necesidad, más allá de la charla de los partidos políticos para engañar al electorado. Menos aún, una que no tiene garantizada de antemano su masividad. Se trata de un primer paso, que debe convertirse en acicate y no obstáculo para dar los siguientes. El ejemplo griego nos muestra que la clase trabajadora tiene ante sí un largo período de luchas, si quiere mantener al menos las conquistas que ahora disfruta. La burguesía mundial sabe lo que necesita, y tiene prisa por obtenerlo. La clase trabajadora, sin embargo, sólo alcanzará una comprensión clara de la solución para sus males a través de la lucha y de la intervención en ella de su vanguardia consciente, los comunistas internacionalistas.
El día 29 hay que salir a parar el país. Para ello hace falta forjar la unidad. Es necesario forzar la convocatoria de asambleas en los centros de trabajo, asambleas que: 1) expliquen las consecuencias de las medidas gubernamentales, 2) exijan la unidad de los sindicatos y los comités de empresa y la participación de los trabajadores en las tareas prácticas de la huelga: piquetes, control de los servicios mínimos, etc, y 3) que levanten consignas claras, ligando las reivindicaciones de cada sector con reivindicaciones generales cuya necesidad la situación impone a toda la clase trabajadora:
-retirada del plan de ajuste del 22 de mayo: ni recorte a los empleados públicos, ni congelación de las pensiones
-retirada de la reforma laboral del 9 de septiembre: ni abaratamiento del despido, ni facilidades para el despido objetivo
-ni elevación de la edad de jubilación, ni más amenazas de "reformar" la negociación colectiva.
Por la defensa del salario, del empleo, de las prestaciones sociales del conjunto de la clase trabajadora, por el respeto a los convenios firmados.

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