jueves, 14 de octubre de 2010

LA HUELGA GENERAL DEL 29-S: EL INICIO DE UNA LARGA LUCHA

Tras el 29-S, ¿fracasó la huelga?

Una vez finalizada la huelga general del 29 de septiembre toca inevitablemente su valoración. Y lógicamente no hay valoraciones objetivas, todas se hacen desde el punto de vista de los intereses que se defienden. La mayoría de los medios (empresas) de comunicación titularon en sus noticias “fracaso de la huelga general”. El parámetro con la que la valoraron fue que el comercio y la hostelería abrieron sus establecimientos, y que en la enseñanza, en la Administración Pública o la Sanidad no tuvo mucha repercusión la huelga. Esos mismos medios que declaran el fracaso de la huelga al mismo tiempo no niegan que durante la jornada la industria paró, los puertos y los mercados de abastos no funcionaron, la basura no se recogió, y algunas televisiones autonómicas emitieron en negro.
Es lógico que las empresas propietarias de los medios de comunicación estén interesadas en minimizar la incidencia de la huelga, de hecho el propio gobierno de Aznar negó la victoria de la huelga general del 2002; aunque ello no fue obstáculo para retirar el decretazo que originó su convocatoria.

Sin embargo los índices de participación en la huelga parecen más impresionantes sin miramos otros indicadores. Por ejemplo, las pérdidas que han sufrido las empresas como consecuencia de la jornada. Antes de la huelga, se dijo que serían 4.200 millones de euros (La Gaceta de los Negocios) si fuera total. Tras la huelga, se han calculado en 3.000 (José María Carrascal de ABC) o en 2.000 González Pons (portavoz del PP). Lo que indica de un 50 a un 75% de incidencia de la huelga. Además, se produjo una caída del consumo eléctrico llegando a niveles de un día festivo; implicarían un 10 % de la electricidad consumida por las empresas en un día laborable. Evidentemente esta huelga no tuvo la participación de la del 14 de diciembre de 1.988, ni siquiera la de 2.002; pero de estos datos se extrae una conclusión: en esta huelga pararon en menos trabajadores que en las anteriores, pero el efecto económico fue mayor, porque los que pararon son la parte fundamental de la economía, aquella de cuyo trabajo no pagado vive el resto de la sociedad.

La huelga fue una victoria y no un fracaso, básicamente porque rompe con la dinámica de desmovilización de la clase obrera que han venido imponiendo desde hace años las direcciones de CCOO y UGT. La huelga ha demostrado la fortaleza y capacidad de movilización de la clase obrera industrial; pero también que se ha ido diluyendo la conciencia de clase, a lo que se ha añadido la presión objetiva del paro y la precariedad. Juntas han producido un fuerte retroceso en sectores no industriales de la clase obrera. Se trata de una victoria porque saca a la clase obrera de la situación de inactividad, pero puede convertirse en una derrota si ésta no viene acompañada de un plan de movilizaciones que le den continuidad a la lucha. Sólo así se podrá reunificar de nuevo a los sectores más atrasados de la clase con los adelantados y generar la confianza en sí misma necesaria para enfrentarse a las medidas antisociales que en breve el Gobierno va a intentar aprobar.
Después de la huelga general, el Gobierno queda fuertemente golpeado

Tras la huelga se disiparon todas las afirmaciones de que era una “huelga pactada” o un “paripé”, que el Gobierno estaba con los sindicatos y que se trataba de hacer algo de “ruido” para luego mantener la reforma laboral, bajo el manido argumento de no hay otra política posible. Hubo una huelga general, el Gobierno sostuvo su política económica y laboral, y la patronal se alineó con él contra la huelga, aunque tuviera reticencias manifiestas con la reforma (quería que se aprovechase la situación para ir más allá en el ataque a los derechos adquiridos por los trabajadores).

El Gobierno quiere recomponer su relación con la burocracia sindical de CCOO y UGT, y ya está haciendo invitaciones al diálogo social. Pero eso sí, sin cuestionar la reforma laboral, las medidas de recorte para la reducción del déficit público y la reforma de las pensiones. Y para mostrar esta actitud de firmeza ha aprobado un proyecto de Presupuestos Generales profundamente restrictivos, en línea con el giro regresivo del 12 de mayo en su política económica, y fue a EEUU a asegurar a las altas finanzas que esa política no se cambiaría. Esta actitud está generando un profundo malestar en los sectores obreros y populares, que son el grueso del electorado del PSOE, y precisamente por ello el PP le ha dado su apoyo (frente a la actitud de ambigua a favorable hacia la huelga de empleados públicos el 8 de junio, el PP pasó a la oposición feroz a la huelga del 29-S, presentando una enmienda a la reforma laboral según la cual se prohibirían las huelgas generales). El PSOE es consciente de que ese malestar se puede convertir en una catástrofe electoral (como ya dijo el presidente de Castilla la Mancha, José María Barreda), pero no tiene otro camino... La burguesía sabe que lo que está en cuestión son las medidas que considera necesarias para resolver la crisis en su beneficio, y sobre todo que tienen que adoptarse más medidas que profundicen ese rumbo político. Por ello le va a exigir a ZP que mantenga esa política y no va a permitir al PP que le desestabilice en la medida que cumpla con esa labor. En ese sentido debe entenderse las declaraciones del gobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordoñez, en las que pide más control del gasto público y un plan B, esto es, una profundización de las reformas a adoptar.

¿Cómo continuar la lucha?
Las posiciones están claramente fijadas, el Gobierno no va a ceder en su política porque es la que necesita la burguesía española en la situación actual, y la burocracia de CCOO y UGT espera algún tipo de concesión para poder retomar la vía del diálogo social. Ellos querían recuperar el camino de la negociación, pero tienen que ofrecer algo “presentable” como resultado de la huelga general, que justifique la desmovilización.
Como dijimos, la huelga general fue un avance, pero se puede revertir en una derrota si no tiene continuidad. Si no se crea la perspectiva de que se puedan revertir las medidas antisociales del Gobierno, se generará desmoralización en los trabajadores y nuevos retrocesos en su conciencia y organización. Para dar respuesta a esta situación se nos plantea la pregunta ineludible de qué hacer: cómo mantener la continuidad en la movilización, al mismo tiempo alertando de la actitud conciliadora de la burocracia de CCOO y UGT y conservando la unidad sindical en la práctica, forjada en la calle durante la jornada del 29-S.

Lo primero que hay que decir es que la lucha contra los planes del Gobierno Zapatero no se combaten sólo en España, se trata de planes comunes al resto de los países europeos y sólo en esta perspectiva pueden ser derrotados. Hay que ir a una coordinación europea, que nos una en la lucha con los trabajadores franceses, portugueses, griegos,….

Pero además, hay que pedir que CCOO y UGT no vuelvan a sentarse con el Gobierno salvo para exigir la derogación de la reforma laboral. Pero no hay que quedarse en esto, hay que incluir la retirada del plan de ajuste (recorte a los empleados públicos y congelación de las pensiones) y retirar el plan de reforma de las pensiones. Hay que retirarse de todas negociaciones en curso hasta que no se cumplan estas reivindicaciones (en todos los ámbitos, incluido en las comunidades autónomas). Si el Gobierno no cede, habrá que ir a otra huelga general. Pero no basta con esperar a que el Gobierno cambie su política, hay que obligarle trazando un plan de movilizaciones sostenido en el tiempo que unifique la lucha y no la sectorialice, que empiece por movilizar a los 500.000 trabajadores que no tienen convenio al día de hoy y los una al resto de los trabajadores por sus reivindicaciones específicas y contra este plan de ajuste. Hay que ensanchar la brecha de la movilización abierta por el 29-S, porque los trabajadores intuyen que sólo mediante acciones contundentes y centralizadas es posible cambiar la política de un gobierno como el de Zapatero.

-que CCOO y UGT no vuelvan a sentarse con el Gobierno salvo para exigir la derogación de la reforma laboral. Exijamos la retirada:
  • del plan de ajuste
    (recorte a los empleados públicos y congelación de las pensiones)
  • del plan de reforma de las pensiones
  • de la reforma laboral
-CCOO, UGT: ¡Hay que retirarse de todas negociaciones en curso hasta que no se cumplan estas reivindicaciones!
-Obliguemos al gobierno a cambiar su política, elaboremos un plan de movilizaciones sostenido en el tiempo que unifique la lucha
-Si el Gobierno no cede, habrá que ir a otra huelga general



Grupo de Comunistas Internacionalistas
14 de octubre 2010

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