NO SE QUEJARÁ RAJOY
PERO A “UNIDOS PODEMOS” SE LE HA CONGELADO
“LA SONRISA DE UN PAÍS”
Las
elecciones del pasado 26J se celebraban como forma de salir del
impasse al que habìan conducido las del 20D. Pero como las razones
del impasse son objetivas (como ya dijimos aquì,
la movilización ha alcanzado un nivel suficiente para poner en
crisis al régimen político pero no aún para permitir darle una
salida progresiva) y como no ha ocurrido nada en los seis meses de
“gobierno en funciones” que mueva la pelota del centro del campo,
en lo fundamental han sido una repeticion general.
Pero
en el detalle (y ya se sabe que “el diablo se esconde en los
detalles”) ha habido cambios importantes. Por un lado, la leve
recuperación del PP, sin garantizarle nada, le deja en una situación
aún mejor como principal candidato a liderar el gobierno. Por
otro lado, la nueva caída de C´s para algunos pone en duda incluso
su continuidad (no es nuestro caso, como ya
dijimos en su momento, creemos que este partido va a ser un
problema duradero). El PSOE no se hunde como se esperaba; la
ejecución de Sánchez se retrasa un poco. Y lo más llamativo, no
sólo no se produce el “Sorpasso” sino que la unidad entre IU y
Podemos en lugar de sacar más votos pierde un millón doscientos
mil. Todas las encuestas han quedado desmentidas. ¿Qué ha
ocurrido?
¡Después
de los ataques más salvajes contra las clases populares, el PP
vuelve a ganar (o casi)!
El
comentario más repetido ante el resultado electoral era: ¡País de
masocas! ¿Cómo puede ser que después de todo lo sucedido vuelva a
ganar el PP! En realidad el PP apenas recupera nada. Sube
600.000 votos mientras C´s baja 400.000; es decir en gran parte
recupera votos “prestados”.
¿Cómo
se han podido equivocar tanto las encuestas? Seguramente no lo
hicieron. Pero se realizaron antes de que se conociera el
resultado del referéndum británico para salir de la UE, el
“brexit”. En la mente conservadora esto ha sido un terremoto; el
reflejo condicionado conservador ha sido arrojarse a votar a lo
“conocido”, el PP en lugar de a lo nuevo, C´s. El
mantenimiento del voto al PSOE e, incluso, una parte de la pérdida
de votos de Unidos Podemos tiene esta fuente.
Se
han hecho todos los comentarios imaginables sobre que a la base
electoral del PP la corrupción sencillamente le resbala. Donde más
casos de corrupción hay en el PP más suben sus votos. Es obvio. Es
la mentalidad de esta gente. Cualquier lector atento de “ABC”
o “La Razón” sabe que estos periódicos nunca se
la juegan a defender la honradez de los políticos del PP ni tampoco
adoptan una posición “puritana” denunciando firmemente a los
corruptos confirmados; no, su respuesta ante cada caso de corrupción
en el PP es “y tú también” (ni siquiera “y tú más”):
poner ejemplos de corrupción en otros partidos. La idea es que en
el fondo todo el mundo es igual, nadie es “puro”, todos tenemos
precio. Por eso estos periódicos desgranan cada renuncia de las
organizaciones dichas “de izquierda”, no porque se quejen de
ello sino como ilustración de esta tesis.
Pero
nos parece que esta observación no basta, que se hace necesario ir
más allá, encontrar la base objetiva detrás de esta actitud. No
es tanto (aunque es un factor) que la existencia de corruptos
presupone la de corruptores, y que éstos, por lo que va apareciendo
en las investigaciones, son empresarios que también pertenecen a la
base electoral del PP.
Más
importante es comprender la base de clase que hay detrás de este
comportamiento. En la medida que el PP ha tenido un discurso, ha
sido el de la “recuperación económica”. La izquierda ha
tendido a menospreciar esta afirmación, señalando que el paro
continúa, que de hecho hay menos empleos que al comienzo de la
crisis y que los innumerables nuevos contratos que se realizan
son precarios y brevisimos, de hecho contratos rotativos que apenas
tienen incidencia en reducir el paro. Pero la base social del PP no
está formada por los trabajadores precarios o en paro, aunque haya
quien los vote. La base social está formada por todos los escalones
de la burguesía, de las cimas oligárquicas a los pequeños
empresarios y verdaderos autónomos (no los que en realidad son
trabajadores asalariados sin esta consideración legal). Es decir,
de todos los que viven de la propiedad. Y es que, como nosotros ya
dijimos aquí,
era “inevitable” una “recuperación”, la política de
ajuste del PP, aunque no lograria salir verdaderamente de la crisis
inagurando un nuevo ciclo de acumulación (porque para ello se
necesitaría un aumento astronómico de la explotación), sí iba
a tener a corto plazo como resultado un aumento de los beneficios
empresariales, que se expresaría en cierta reducción de
deudas, aumento del consumo de la burguesía y un ligero aumento del
empleo precario. Y esto es lo que significa “salir de la
crisis” para la burguesía. Por eso ésta ha “comprado” la
retórica de Rajoy.
De
todos modos, el resultado será una satisfacción moral para Rajoy
pero deja de nuevo al PP con el problema de no llegar ni de lejos
a la mayoría necesaria para la investidura. Ni con un acuerdo
con C´s llega, le hace falta el apoyo o la abstención de alguien
más. Por eso ahi tenemos de nuevo al PP pidiendo a gritos apoyo al
PSOE... y negociando en secreto financiación y quien sabe qué más
con CDC y el PNV.
El
acuerdo semisecreto con los nacionalistas burgueses catalanes y
vascos para la mesa del Congreso se realiza en medio del escándalo
de las grabaciones del Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz,
en las que se demuestra que conspiraba con la policìa, órganos
judiciales y periodistas afines para obstaculizar el proceso
independentista en Catalunya.
Estas
grabaciones han levantado una indignación generalizada. En realidad
estas grabaciones lo único que ponen al descubierto es el
funcionamiento normal del estado burgués. No es el ministro, es
la burguesía en su conjunto la que usa “las instituciones” para
librarse de sus enemigos políticos, las burguesías periféricas
ahora, pero mañana el movimiento obrero radical.
Unidos
Podemos: A la busca del voto desaparecido
Si
se miran objetivamente, los resultados de Unidos Podemos no son un
fracaso. Repite el mismo número de escaños. Y sorprendentemente,
se convierte en la formación más votada tanto en la Comunidad
Autónoma Vasca como en Catalunya.
Pero
si lo medimos en relación a sus previsiones, el fracaso es
mayúsculo. Toda la estrategia de Podemos giraba alrededor del
supuesto “sorpasso” al PSOE. “Sorpasso” que no implicaba una
actitud hostil, no se trata de dejar de lado al PSOE sino de
tener una mejor relación de fuerzas para de todos modos llegar a
una alianza de gobierno.
Y
esto ocurre precisamente no cuando se presentan orgullosamente
solos, lanzando anatemas a diestro y siniestro (sobre todo,
siniestro) sino cuando Podemos abandona la vacua charlatanería
sobre “arriba y abajo, no derechas ni izquierdas”) y va a las
elecciones en coalición con IU (que silenciosamente deja en la
papelera la “Unidad Popular”). La unión de los dos en lugar
de sumar, resta. ¿Tendrá razón Errejón, que critica el pacto
desde el populismo Laclauista?
No
lo creemos asi. Pero tampoco creemos que lo correcto sea lo
contrario. Hay quien hace la caricatura de análisis a la que “El
Militante” nos tiene acostumbrado. Esta organización (tanto la
que ahora se llama “Izquierda Revolucionaria” como su escisión
“Lucha de Clases”) tiene una orientación de décadas hacia la
socialdemocracia y los “partidos tradicionales de la clase
trabajadora”, aunque eso no les impida adaptarse también a
Podemos. Nunca se presentan a las elecciones directamente sino que
siempre llaman a votar por dichos partidos tradicionales. Si éstos
consiguen un gran resultado, según ellos es producto de la presión
de la clase trabajadora, que les exige avanzar. Pero si cosechan
un fracaso, eso se debe a que no se presentaron ni agitaron en la
campaña un “verdadero programa socialista”. Lo que no se
explica es porqué las organizaciones que se presentan a las
elecciones con un “verdadero programa socialista” obtienen
resultados simbólicos... bueno sí se explica, según la teoría de
estos discípulos del malogrado Ted Grant, es que las masas lo que
quieren es que sus partidos tradicionales adopten un “verdadero
programa socialista”, no cambiar de partidos. Partiendo de
premisas muy distintas, sería seguir este mismo método achacar
el millón y pico de votos perdidos solamente a la derechización de
Podemos.
Con
esto no queremos negar que debe haber habido sectores
considerables ofendidos por la escandalosa línea de Unidos Podemos
y Pablo Iglesias en particular durante esta campaña. Para empezar,
con unas listas que incluyen un luchador jornalero prestigioso,
Diego Cañamero... al lado de un Guardia Civil y del ex-Jefe del
Estado Mayor, que participó en la intervención de la OTAN en Libia
(que no salió electo, pero esto no cambia nada el significado
político).
Para
continuar, aparte de la apelación continua al “patriotismo”, un
programa electoral convertido en un trasunto del catálogo de IKEA,
un discurso bochornoso de adulación al PSOE, a Zapatero, en fin, un
abandono completo de todo cuanto era “radical” o “transgresor”
en Podemos en favor de ofrecerse para formar un gobierno “serio”,
“responsable”.
Cuando
Pablo Iglesias escenifica su apostasia, cuando se detiene en
explicar que era “comunista” cuando no tenía responsabilidades
pero que ahora que puede gobernar es “socialdemócrata” el
efecto que ha conseguido ha sido producir repugnancia a gran parte
de su base social. Y no lo ha hecho sólo, ni siquera
principalmente, porque esa base social sea “comunista” o
“revolucionaria”, que no lo es, sino que está instalada en
el mismo reformismo que Iglesias le vende. Lo ha hecho porque
para el sentir popular, y en esto se expresa una profunda
sabiduría, este exhibicionismo de la renuncia (no ante el
choque con la realidad, porque todavía no gobierna, sino como show
demostrativo de la propia impotencia de cara a los poderosos) dice
mucho sobre el personaje. Si algo expresó y al mismo tiempo
fortaleció el 15M, fue la desconfianza hacia los políticos.
Podemos desde el principo se apoyó en este sentimiento e intentó
construir a sus figuras mediáticas como gente normal, en las que sí
se podía confiar. Pablo Iglesias sin embargo se ha comportado
como un político al uso, peor, como uno especialmente sin
principios. Pocos políticos españoles pueden temer tanto a la
hemeroteca (y a la videoteca), pocos han cambiado tanto de opinión
y han dicho tantas cosas contradictorias sobre tantas cosas en tan
poco tiempo. Pocos no, ninguno.
Desde
luego ha debido haber votantes de IU cabreados que hayan seguido las
indicaciones de Llamazares y no hayan votado. Unidos Podemos ha
perdido muchos votos en Asturias, donde IU era más fuerte. Pero el
número de votos perdidos iguala al de votos a IU-UP el 20D. Es
increíble pensar que la mayoria de los votantes de IU se hayan
abstenido. Es increíble porque la unidad IU-Podemos levantó
muchas expectativas, entre la base de ambas formaciones y
también más allá, entre activistas, sindicalistas, etc, no
vinculados a ninguno de los dos grupos. Eso es lo que reflejaban las
encuestas pero también el trato con los militantes y simpatizantes
concernidos.
Por
lo tanto la abstención a Unidos Podemos no es la expresión de
una oposición revolucionaria consciente a la derechización de
Pablo Iglesias, pero tampoco es simplemente, aunque también
exista este factor, un reflejo de la desconfianza ante el cambio,
el miedo, los prejuicios reaccionarios anticomunistas contra la
alianza con IU, etc.
No
es la expresión de una tendencia coherente hacia la revolucion,
pero si una expresión de desconfianza que va por el buen camino.
Expresa una tendencia progresista, un instinto sano sobre el que hay
que trabajar.
La
nueva situación
Lo
que está claro es que, tras todos los tiras y aflojas y
negociaciones que se van a suceder, el gobierno que surja va a
ser cualitativamente más débil que el anterior. Lo más
importante no es la aritmética electoral. Se trata de que
entramos en una situación inestable. La Comisión Europea
quiere multar a España por el descontrol de su deuda, exige nuevos
recortes. Tras el Brexit, la cosa no está para bromas. Y eso es sin
que haya llegado, pero todos la esperan, la nueva recesión, el
segundo rebote de la crisis del 2007-8 que puede llegar en cualquier
momento, y muchos creen que ese momento será 2017. Y sin
esperar a ese momento, en países europeos como Francia, la
movilización ya se ha desencadenado, roto el equilibrio y
puesto en marcha a nuevas capas y generaciones de activistas en un
proceso que no se sabe a dónde llegará.
Desde
estas hojas llevamos tiempo alertando de que una cosa es admitir
que ha comenzado la crisis terminal del régimen (a partir de la
eclosíón del 15M en 2011, como un eco atrasado del estallido de la
crisis mundial en 2007-8 y su traslación político-económica con
las medidas de Zapatero en 2010). Pero otra cosa muy distinta es
exagerar el alcance de lo ocurrido, inflar en la imaginación lo
avanzado de la situación. Porque la revolución se acerca, pero
no está a la vuelta de la esquina. Son muy fuertes los
obstáculos subjetivos, ideológicos, internos al movimiento (no
sólo los externos, procedentes del aparato de estado) que hay que
vencer.
Por
eso, no basta con proclamar que se abre un periodo de grandes
luchas, de grandes enfrentamientos para parar la nueva oleada de
ataques que se avecina. Desde luego hay que partir de plantear la
más amplia unidad de acción para la lucha unida contra las
medidas que se auguran. Una unidad de acción que se verá
favorecida por el hecho de que todo indica que se constituirá un
gobierno integramente derechista, sin participación de ningún
partido de la “izquierda”.
Pero
la presencia en las movilizaciones contra las medidas dell nuevo
gobierno de derechas del PSOE o de Unidos Podemos, por no hablar de
las burocracias de CCOO y UGT, se va a dar con el objetivo de
modificar la relación de fuerzas en el parlamento para constituir
un gobierno “progresista” cuyas diferencias programáticas con
el anterior serán de matiz. Por eso es igualmente necesario
impulsar las luchas más allá de dónde los reformismos, viejos
o nuevos, quisieran que se quedaran.
Es
importante que la unidad de acción contra los ataques nunca sea
una unidad también en la propaganda y la explicación; por el
contrario, hay que popularizar sin timidez ni vergüenza un
programa abiertamente anticapitalista, revolucionario, comunista,
contrapuesto de la A a la Z a todos los programas y medidas
reformistas, por populares que sean entre el activismo.
Esta
es la tarea que No Hay Tiempo Que Perder tiene planteada en la
situación que se abre.
Grupo
de Comunistas Internacionalistas, 4-VIII- 2016
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